Me gustaría dedicar unas líneas a la cuestión de la práctica para el estudiante de traducción.
Todas las disciplinas dependen de la práctica para realzar el aprendizaje en general y lograr la incorporación de técnicas o procedimientos que luego formarán parte de la vida profesional. Estoy hablando en términos generales y sin referirme a una profesión específica, ya que lo que dije antes se puede aplicar a cualquier actividad profesional.
Nadie esperaría que un pianista pudiera tocar un concierto para piano de Chopin sin haber pasado al menos ocho horas diarias sentado frente al piano tocando cada parte del concierto una y otra vez hasta que sonara perfecto. A nadie se le ocurriría que una bailarina podría representar los papeles de Odette o de Odille de El lago de los cisnes sin haber pasado gran parte de su vida (desde los cuatro o cinco años, más o menos) haciendo barra, pliés y demás movimientos que garanticen que pueda salir airosa al escenario. Y en vísperas de los Juegos Olímpicos, ningún atleta que compita en alguna disciplina habrá llegado allí sin haberse molido el esqueleto unas cuantas horas, durante unos cuantos años hasta llegar a este momento.
Tampoco podríamos pensar que alguien que juega al póker, al ajedrez o al billar estaría en condiciones de ganar torneos o competencias sin haber dedicado gran cantidad de horas a jugar cualquiera de los anteriores a fin de lograr una cierta maestría, un dominio sobre el juego que culminara con éxito.
Pareciera que esto no es así para el estudiante de traducción. Por lo general, los estudiantes no intentan traducir el texto como tarea previa y esperan a la clase para intentar una traducción a primera vista sin haber hecho la investigación correspondiente de los términos técnicos, científicos o específicos del texto y sin haber comprobado las reglas ortográficas, estilísticas, gramaticales y de edición que corresponden al trabajo en cuestión. Piensan que el lenguaje es algo natural, innato y, como tal, no es necesario practicarlo a esta altura de sus vidas. Ya lo tienen domesticado.
No se les ocurre pensar que un error en una traducción equivale a una nota mal tocada en un concierto, un paso dado a destiempo en un ballet, una mano mal jugada en póker, una pieza mal movida en ajedrez, y podría seguir enumerando. No importa si la traducción es para una clase. La clase debería ser el comienzo, el punto de partida para incorporar la técnica, aprehender los procedimientos y a eso solo se llega con la práctica. Nadie, ni siquiera Mozart, podría tocar un instrumento sin haber aprendido primero y se aprende con la práctica.
Por más molesto que resulte tener que "sentarse a hacer deberes", sobre todo a esta altura de sus vidas, es necesario hacerlo. Solo así se puede internalizar lo que se revisó, se investigó y se redactó en forma independiente. Es la única manera de detectar las interrelaciones entres las palabras y las frases y descubrir cómo se pueden trasladar al otro idioma con total naturalidad y precisión. Eso no se logra en forma improvisada. Solo se logra después de mucho leer, corregir, redactar, desechar y volver a escribir. Y eso es la práctica.
A veces la única diferencia entre un profesional y otro es, precisamente, la práctica.